Esta clase
resultó muy inspiradora, ya que me parece apasionante como funciona nuestro
cerebro, cómo la evolución lo ha ido configurando hasta tal punto que nuestro
inconsciente condiciona o determina la forma en la que nos enamoramos, la forma
en la que aprendemos, sentimos, vivimos.
El año pasado leí un libro de Cordelia Fine, “A Mind of Its
Own”, es un libro que ofrece una investigación en la que nos habla de cómo el
cerebro distorsiona y engaña sobre la realidad que percibimos para construirse
un mundo más agradable y benévolo. La mente defiende y glorifica al ego, e
ilustra la tendencia del cerebro al autoengaño. Ya se trate de distorsión,
ilusión, optimismo realista, o excusa de decisiones morales, cada uno de
nosotros tiene una gran cantidad de errores innatos mentales y prejuicios
comunes que nos impiden ver la verdad acerca del mundo y de nosotros mismos.

Estas navidades he leído el libro “Por qué amamos” de Helen Fisher. Es una
investigación donde esta antropólogada trata de dar respuesta a traves de la neurociencia a la la pasión romántica, ligada estrechamente al cerebro. El
amor, más allá de ser una emoción, sería un instinto, tan fuerte y tan inconsciente como el hambre o la sed.

También, un libro muy interesante que nos puede ayudar a comprender
la necesidad de establecer puentes entre la neurociencia y la educación es
"Why Don't Students Like School?" de Dan Willingham, centra su
investigación en la base biológica y cognitiva del aprendizaje, trata de
arrojar luz acerca de cómo piensan y aprenden los alumnos. Revela la
importancia de la historia, la emoción, la memoria, el contexto y la
experiencia en la construcción de conocimiento y el desarrollo de experiencias
de aprendizaje duraderas.
Como sostiene Angel I. Pérez Gómez, nuestra mente no es una máquina lógica de pensar, sino más bien un constructo
emocional que busca la supervivencia del ser humano, construirse un mundo más
agradable y conciliador. Lo que nos llevará en una dirección u otra en nuestra
vida, serán nuestras emociones, los deseos, los temores, las creencias y los
valores, nos acercamos o rechazamos personas, contextos, situaciones, en
función de nuestras emociones.
Investigaciones recientes en el campo de la neurociencia cognitiva señalan
que el 80% y en algunos casos hasta el 90% de los mecanismos cerebrales que
intervienen y condicionan nuestros procesos de interpretación, toma de
decisiones y actuación, son inconscientes, esto nos lleva a cuestionarnos porqué la escuela se empecina en cultivar exclusivamente el conocimiento consciente. La neurociencia nos propone recuperar al discente
como ser humano completo, con sus emociones y su razón, consciente e
inconsciente, cuerpo y mente como el foco central de la práctica pedagógica.
El
sistema educativo occidental ha privilegiado desde siempre el desarrollo del
hemisferio cerebral izquierdo, que respeta una modalidad lógico-verbal. De esta
manera, se pierde de vista que la vida se desarrolla por la mediación de un
cerebro que posee dos hemisferios pero que funciona de manera global inserto y
en interacción con un mundo real, vivencial, y multisensorial. Por
consiguiente, resulta imprescindible fomentar asimismo el desarrollo del hemisferio
cerebral derecho. La revisión de los viejos planes de estudio como punto de partida
para un nuevo abordaje de los procesos de enseñanza y aprendizaje que actúen en
la misma modalidad de funcionamiento global del cerebro humano es el desafío
para los educadores de este nuevo siglo.

Como sostiene Angel I. Pérez Gómez, nuestra mente no es una máquina lógica de pensar, sino más bien un constructo emocional que busca la supervivencia del ser humano, construirse un mundo más agradable y conciliador. Lo que nos llevará en una dirección u otra en nuestra vida, serán nuestras emociones, los deseos, los temores, las creencias y los valores, nos acercamos o rechazamos personas, contextos, situaciones, en función de nuestras emociones.
Investigaciones recientes en el campo de la neurociencia cognitiva señalan que el 80% y en algunos casos hasta el 90% de los mecanismos cerebrales que intervienen y condicionan nuestros procesos de interpretación, toma de decisiones y actuación, son inconscientes, esto nos lleva a cuestionarnos porqué la escuela se empecina en cultivar exclusivamente el conocimiento consciente. La neurociencia nos propone recuperar al discente como ser humano completo, con sus emociones y su razón, consciente e inconsciente, cuerpo y mente como el foco central de la práctica pedagógica.
El sistema educativo occidental ha privilegiado desde siempre el desarrollo del hemisferio cerebral izquierdo, que respeta una modalidad lógico-verbal. De esta manera, se pierde de vista que la vida se desarrolla por la mediación de un cerebro que posee dos hemisferios pero que funciona de manera global inserto y en interacción con un mundo real, vivencial, y multisensorial. Por consiguiente, resulta imprescindible fomentar asimismo el desarrollo del hemisferio cerebral derecho. La revisión de los viejos planes de estudio como punto de partida para un nuevo abordaje de los procesos de enseñanza y aprendizaje que actúen en la misma modalidad de funcionamiento global del cerebro humano es el desafío para los educadores de este nuevo siglo.
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